quarta-feira, 3 de fevereiro de 2010

O CARNAVAL BRASILEIRO

Fevereiro é o mês do carnaval, a maior festa do mundo. A comemoração é variadíssima segundo países e culturas, sendo apoteóticas no Brasil. Mas, sabe qual é a origem dele? Estando muito próxima sua nova versão, compartilho com vocês um resumo, publicado num jornal virtual, da palestra que dei na Universidade Villarreal, em fevereiro de 2004, justamente sobre sua origem, evolução, importância e transcendência.




El carnaval es la fiesta más grande del mundo, dicen los brasileños y no les falta razón. Es la fiesta del pueblo, de la unión del pueblo. Cuatro días vividos intensamente; planeados, esperados, sufridos, gozados, llorados… Un año entero de trabajo indesmayable: pintores, bailarines, carpinteros, historiadores, músicos, cantantes, cocineros, costureros, etc. Un solo corazón, una sola razón para volver a vivir.

La historia de este carnaval nos remonta a los barcos portugueses que trasladaban a los negros de sus colonias africanas al Brasil. En ellos, los esclavos, obligados a todas las tareas de carga al son de un cruel látigo, encontraban un hálito de vida en los baldazos de agua que recibían de sus patrones, con el fin de revivirlos y que continuasen en la dura faena. Ya por las noches, bailaban, cantaban y oraban para olvidar la tristeza y la humillación, para soñar con la libertad o para mantener el buen estado físico indispensable en el negocio de compra-venta de esclavos de entonces. Se dice que aquel rozar de ombligos así como toda aquella sensualidad y excitación producida por los improvisados tambores son el ancestro más remoto del samba. Y de varios géneros musicales que hoy inundan nuestras pistas de baile y salas de música.
Con el paso del tiempo, ya en tierra, mientras las relaciones entre amos y esclavos se profundizaban, durante los domingos, se notaba poco a poco el sincretismo entre ambos patrones culturales. Los negros iban a misa y luego, vestidos con sus ropas más bonitas, alababan a sus dioses africanos mientras de a pocos comenzaban a imitar los modales de sus señores. Nacía el “cocumbi” (s.XVII), que ya mostraba pulseras, plumas, collares, mantos bordados, acompañamiento musical, representaciones de luchas y desfiles callejeros.


Otra parte de la historia comienza a contarse cuando en 1641, para conmemorar la restauración de la monarquía portuguesa, llega al Brasil el “entrudo”, verdaderas batallas campales de agua, harina y hollín, en las que huevos podridos y legumbres malogradas se lanzaban a los transeúntes. Nadie podía salir a la calle pues corría el riesgo de ser metido en una tina con agua sucia, que también era arrojada de lo alto de las casas. Reaccionar era peor, pues se recibía en la cara los “limões-de-cheiro”, especie de medias naranjas huecas, de cera o de goma, llenas de agua perfumada; que también eran usadas como proyectil o, incluso, una “alvaiade”, un pigmento blanco, compuesto de carbonato básico de plomo o de óxido de zinc. Ni los adultos se salvaban. Hasta que un juez del tribunal de justicia, Alexandre Joaquim de Siqueira, lo reprimió, imponiendo penas pecuniarias, prisión de dos a ocho días o cien azotes -en caso de ser esclavo-.

La campaña contra el entrudo fue dura y persistente; sus primeros resultados se vieron en 1854, con un carnaval civilizado que mostraba familias, carruajes y caballos disfrazados y una “guerra” de pica-pica y serpentinas; corsos, carros descapotados, marchas y samba.

Posteriormente aparece el Carnaval de Salón, en el que médicos, periodistas, militares, hacendados, altos funcionarios públicos, jóvenes adinerados y las familias más consideradas se confundían en la mayor alegría. Se adornaron los teatros, aumentaron la venta y alquiler de disfraces –incluso su importación-; la ciudad se volvió un jardín florido y perfumado.

Es así como aparecen en Río de Janeiro los primeros clubes carnavalescos, que incluían pinturas y esculturas elaboradas por artistas de la Escuela de Bellas Artes y canciones con letras de sentida crítica social y política.

De otro lado, entre navidad y bajada de reyes de cada año, grupos de “pastorinhas” que salían en procesión desde la periferia hacia el centro de la ciudad para visitar iglesias, se fueron transformando en “ranchos carnavalescos” y se uniformizaron con los grupos ya existentes.

Todos estos segmentos de la sociedad y sus respectivos grupos carnavalescos acabaron configurando el carnaval y, más tarde, las escuelas de samba que hoy conocemos. De un equipo de fútbol nació “Mocidade Independiente de Padre Miguel”; de una esquina de barrio, “Deixa Falar”.

Hace unos cincuentitantos años, los intereses comerciales y los medios de comunicación entraron en escena: transmisiones televisivas, construcción de sambódromos, estímulo a las industrias turística y fonográfica, etc. El ulterior desarrollo de la relación empresa-cliente convirtió al desfile en una vitrina para el merchandising, con premiaciones públicas, guerra de cervezas, disputas por patrocinios, apariciones y participaciones de actores, modelos y futbolistas y cierre de negocios en pleno desfile. Y ni hablar del desarrollo del sector servicios: hoteles, restaurantes, discotecas, transporte, hospitales, policía, etc.

Al final de cuentas, ¿que se gana en el carnaval? Apenas la gloria del desfile y el reconocimiento popular. Es una fiesta de alegría y relajo, pero también de liberación, como necesidad social. Es la fiesta de la igualdad social, del vale-todo, de la inexistencia de prejuicio, de la mayor democracia, de la eterna conmemoración de la vida, como dice un autor cuyo apellido no recuerdo. Su realización altera el trabajo de la industria, el comercio y del gobierno. Imposible calcular su costo; no importa, considerando la magnitud de los beneficios recibidos.

Nenhum comentário:

Postar um comentário